Los seis hombres esperan en el bote el pescado que lleva ciento veinte millones nadando por el mar. Las especies han venido y se han ido, pero el bacalao sigue nadando, el hombre no es más que un breve episodio en su existencia. El bacalao nada toda la vida con las fauces abiertas, tan voraz que supera a todos, excepto al hombre, claro, se come todo lo que encuentra y nunca se sacia, el muchacho contó una vez ciento cincuenta capelanes adultos dentro de un bacalao de tamaño mediano, y le echaron una buena bronca por perder el tiempo en eso. El bacalao es amarillo y le gusta nadar, siempre en busca de nuevas presas, en su vida no suceden demasiadas cosas interesantes y un cordel que se mueve en lo hondo con carnada en un anzuelo se considera una novedad espléndida, un auténtico acontecimiento.
Entre cielo y tierra, Jón Kalman Stefánsson.
Lo ideal sería haberlos acompañado de un vinho verde pero ni con esas sería como comerlos en algún lugar de Portugal, de esos en lo que tienen tan dominado el punto de las frituras. Yo los disfruté acompañados de este mojo verde que Pedro me trajo de Canarias. Gracias, gracias, gracias (estos Durán solo me dan alegrías). Me lo regaló con otro tarro de mojo rojo (que todavía no empecé) y unas papas que fueron vistas y no vistas. El mojo verde le aporta un punto de acidez perfecto a estos fritos de bacalao. Bueno, y también una copita de Albariño bien fresquito...
Ingredientes:
- 250 gr. de bacalao, desalado previamente.
- 200 gr. de patata cocida.
- 1 huevo grande.
- pimienta negra recién molida.
- nuez moscada.
- perejil fresco.
En agua hirviendo escaldamos el bacalao unos minutos. Retiramos, escurrimos bien y desmigamos en un cuenco.
Cocemos las patatas con la piel. Retiramos una vez estén cocidas, pelamos y dejamos enfríar antes de hacer con ellas un puré.
Cuando tengramos estos dos ingredientes fríos los mezclamos y añadimos el huevo entero, el perejil bien picado. Molemos un poco de pimienta negra y espolvoreamos con nuez moscada. Mezclamos todo bien, presionando con un tenedor hasta conseguir una masa.
Moldeamos con las manos unas pequeñas pelotas que freímos en abundante aceite muy caliente. Dejamos unos minutos en un colador para que no nos queden muy aceitosos.