domingo, 27 de octubre de 2013

Huevos en cocotte con bacalao ahumado y patatas a la mostaza.

Mi ideal, a quien quise de pequeña como a una abuela, fue Mariquita la de San Juan. Era una viejecita menuda, con el pelo totalmente blanco. Tenía una casa pequeñísima, con un jardincillo increíble y un pozo. En una gran jaula criaba gallinas enanas, que allí llamaban "pitirras". Se reía mucho. Yo la veía como un personaje de cuento y me gustaba mucho ir por su casa. Siempre me daba un huevo diminuto de sus gallinas. Según ella, eran muy ponedoras y muy buenas madres. Vivía feliz rodeada de sus flores y sus gallinitas.

Recuerdo míos. Isabel García Lorca.


Ni té matcha, ni especias de nombres imposibles, ni sales variadas, vivir en un pueblo tiene sus limitaciones. Por otro lado, productos de la huerta al mercado y huevos, que no sé si serán de gallinas felices pero que tienen una yema cuyo sabor muchos ya habrán olvidado.

Ingredientes:
- 1 huevo por comensal.
- mostaza a la antigua.
- leche Ideal.
- patata cocida.
- unas lonchas de bacalao ahumado.

Preparamos una crema en la proporción de mostaza y leche Ideal que prefiramos para rellenar las cocottes, basta mezclar bien.
En unos recipientes individuales y resistentes al horno colocamos una base de crema, la patata cocida cortada en rodajas, el bacalao ahumado y el huevo en crudo.
Con cuidado de no romper la yema rellenamos el recipiente con el resto de la crema.
Horneamos a 180º hasta que cuaje el huevo.
Salamos ligeramente al servir.
Rápido y riquísimo, solo apto para aquellos a los que les gusten sabores fuertes como el bacalao y la mostaza.
¡Imprescindible hacerse con un buen pan!

martes, 15 de octubre de 2013

Mi conserva de berenjenas, unos cestos de ensalada.

Rosemary, tan pura en su fe como una de las críadas de los nocivos folletines de la señora Burnett, tenía la sensación de haber llegado a casa, de haber regresado de las improvisaciones ridículas y obscenas de la frontera. Las luciérnagas iban y venían por el aire oscuro y un perro aullaba en algún lugar saliente bajo y lejano del acantilado. Parecía que la mesa se hubiera alzado ligeramente hacia el cielo como una pista de baile mecánica y hubiera creado en cada uno de los que se encontraban alrededor de ella la sensación de encontrarse solo con los demás comensales en el oscuro universo, alimentándose de su único alimento, calentándose con sus únicas luces. (...) El breve instante durante el cual los invitados se habían atrevido a ir más allá de la simple sensación de encontrarse bien juntos para adentrarse en las zonas más oscuras del sentimiento había pasado antes de que hubieran podido gozar de él con libertad, antes incluso de que se dieran realmente cuenta de que había llegado.

Suave es la noche, Francis Scott Fitzgerald.


Y después de algo más de un mes abrí el tarro con mi conserva de berenjenas. Aquí va la versión más sencilla, un entrante o primero rápido y vistoso. La segunda opción fue menos lucida pero más rica, las  devoré acompañadas de unas lonchas de bacalao ahumado, unas tostas de pan gallego y una copita de Godello. Todavía me relamo.

Ingredientes:

- unas rebanadas de pan de molde.
- berenjenas en aceite, para mi receta de conserva de berenjena con alcaparras pinchad aquí.
- queso feta.
- aceitunas, las que más nos gusten.
- alcaparras de la propia conserva.
- aceite de la conserva.

Con la ayuda de un rodillo de cocina aplastamos las rebanadas de pan de molde y rellenamos moldes tipo flaneras individuales, ligeramente engrasados para que no se nos peguen.
Horneamos a 200º hasta que veamos que el pan se tuesta. Retiramos y sacamos nuestros cestos de pan.
En cada cesta introducimos unas rodajas de berenjena en aceite, alcaparras de la misma conserva, unas aceitunas y desmigamos con las manos el queso feta. Aliñamos con el aceite de la conserva y listo.

martes, 8 de octubre de 2013

Alcachofas confitadas con almejas.

(...)
Hay regresos de esta patria
como habrá otoño
y en palidez morirán estos senos
inútil esa cabeza
                     girará entonces
en una risa loca de invierno
y hay que volver
por un paseo con verjas historiadas
buscar palabras que emplacen otra huida
retener manos estar dispuesto
a creer que todo sería diferente
si cruzáramos la noche del olvido
(...)

Las huidas. Manuel Váquez Montalbán


Hasta el momento dos son para mí los escritores que se han ganado un asiento en el comedor del Parnaso con su literatura gastronómica, Cunqueiro y Vázquez Montalbán. Solos ellos (a mi modesto entender ) han logrado fabular la cocina con una prosa deslumbrante que se pasea del barroquismo a la sencillez confundiendo ficción y realidad como en la mejor de las propuestas gatronómicas posibles. De una cultura inabarcable, como inspirados por caldos de fabulosos poderes, han sido capaces de provocar en el lector la misma reacción que un plato magistral, que se confundan los sentidos, se aturda el entendimiento y se abandone uno a la deriva del goce más profundo.
Hace diez años que Manolo Vázquez Montalbán desaparecía, esta mañana leía este artículo y me vinieron a la mente algunas de esos textos gastronómicos. No hay escapada a Barcelona que no recuerde a Marsé y a Montalbán, ni que pierda la oportunidad de probar unas alcachofas en una de las tantas formas en las que tan bien las preparan. 

Ingredientes:

- 2 puñados de almejas, que dejaremos durante dos horas en agua con sal y les cambiaremos por lo menos una vez el agua en este proceso para que pierdan la arena.
- 2 dientes de ajo.
- 2 guindillas de cayena.
- 1 tarro de alcachofas confitadas en aceite (o alcachofas naturales)
- 1 cucharada sopera de harina.
- 1 vasito de vino blanco.
- 1 vasito de caldo de pescado.
- perejil.

Encontré en una tienda unos tarros de alcachofas confitadas en aceite de oliva y no me pude resistir y esta me pareció una buena manera de degustarlas. La forma tradicional de este plato se hace con alcachofas naturales, que también es una magnífica opción. En una sartén con un fondo de aceite (yo aproveché el de la conserva) doramos un diente de ajo bien picado. Añadimos la cucharada de harina que se cocine un poco, el caldo de pescado y las alcachofas y dejamos que se mezclen sabores a fuego bajo mientras preparamos las almejas.
En una cazuela doramos el otro diente de ajo picadito y las dos guindillas. Añadimos las almejas, cubrimos con el vaso de vino y tapamos unos minutos para que evapore el alcohol y abran las alemejas. Añadimos entonces las alcachofas y su salsa y mezclamos todo bien. Dejamos unos minutos a fuego bajo para que se integren bien todos los sabores. Un poco de perejil fresco picado y listas para comer.