Lo que más sorprende de los albariños de calidad es encontrarlos tan humanos compañeros en su irrefutable mocedad. Si fueran hombres en vez de vinos, estarían los albariños en ese grupo de los genios precoces, en los que uno cree compatible la llama poética o la suprema ciencia con los años de la adolescencia. Por ejemplo el poeta Rimbaud, ladrón de fuego, iluminado o iluminante, o el matemático Evaristo Galios. O el pequeño Mozart, que por otra parte siempre estuvo a punto de romperse, porque como es sabido, en vez de huesos tenía cristal. Primavera de los vinos -el albariño realmente es el abril de los vinos-, pero también melancólicos vinos, vinos para vagos y ociosos soñadores, para la última hora de la última tarde de verano orillamar. Cuando el alma regresa a sus cuarteles de invierno, un vaso de albariño es la flor que ennoblece las despedidas.
La cocina cristiana de Occidente, Álvaro Cunqueiro.
De vuelta a los cuarteles de invierno, pero con el regalo inesperado de las últimos amagos de un verano que no fue.
Ana me trae de Cambados un Albariño de producción casera que apuro hasta la próxima cosecha, un vino que solo comparto con amigos y en familia, sin etiquetar. En esta ocasión fue el vino perfecto para acompañar unos pimientos do Padrón rellenos de queso con denominación de origen de Arzúa- Ulloa, un queso de leche de vaca, tan cremosos que casi se podría untar. El cocinero Jose Andrés los hizo para su programa en la televisión americana en un guiño a Galicia, aunque si no recuerdo mal el los rellenó de queso de tetilla. Cuando fui al mercado me pareció que estaba más tierno este otro queso, tan tradicional como el de tetilla y muy parecido en sabor así que me decidí por uno de Arzúa-Ulloa. Basta hacer una pequeño corte en forma de U en los pimientos, por el que luego introducimos un poco de queso. Los freímos en aceite muy caliente y ojo, aunque el cocinero asturiano les echó la sal en la sartén, lo mejor es salarlos ya en el plato, con sal gorda, que se note en la boca.
Aunque ahora ya se comercializan durante todo el año los pimientos de Padrón marcan el inicio del verano, así que me pareció una buena manera de cerrar el círculo y celebrar mi vuelta a Galicia, mi cuartel de invierno.