miércoles, 6 de abril de 2011

Escalivada del Guinardó

Cuando a Marsé le entregan el premio Cervantes, en uno de los muchos actos público que acompañan este tipo de eventos, acercó hasta la sede del Instituto Cervantes una caja de contenido secreto. Llegó escoltado por sus nietos y acompañado de la ministra de cultura y de la directora del Cervantes, introdujo su legado en una de la Caja de las letras, cajas de seguridad del antiguo banco, que sólo podría abrir el 21 de abril de 2029 y la cerró con llave. En la puerta dorada y bien abrillantada para la ocasión lucía lo siguiente "Caja nº 1533. D. Juan Marsé. Premio Cervantes. Legado el 21/04/2009. Apertura el 21/04/2009"
A la pregunta de qué contenía ese paquete respondió: Esto es toda una sorpresa, no voy a decir de qué se trata, porque no está bien. Es secreto. Aunque sí puedo anticipar que contiene el secreto de la escalivada, un plato que es muy catalán que es muy bueno y que recomiendo. Ahí está el secreto de cómo hacerlo" 
No es la primera vez que Marsé da a este plato sencillo una importancia inusitada, en la dedicatoria a su padre de Un día volveré dice: "a Pep Marsé, mi padre, que me enseño a conciliar la concienciación con la escalivada".
La primera vez que viajé a Barcelona las sensaciones iban del deslumbramiento a la decepción, deslumbramiento por aquella ciudad luminosa, de claridad cegadora, y decepción porque apenas podía reconocer la Barcelona de mis lecturas. No puse un pie en el Carmelo ni en el Guinardó, ni rastro del Pijoaparte, aunque tal vez sí me topara con las hijas de una Teresa, que rejuvenecida gracias al botox, no recordara ya "aquel fugaz verano" en el que fantaseó con enamorarse de un charnego.
La Barcelona de las Olimpiadas nada tenía que ver con la Barcelona que yo había pateado siguiendo los pasos de Marsé, de Mendoza, de los Goytisolos, de Merce Redoreda, de Carmen Laforet... Pero fue imposible no caer rendida ante tantas otras cosas, seguramente muchas más hermosas que aquellas que posiblemente sólo lo fueran en mi imaginación.
Pues en ese primer viaje descubrí  también la escalivada y aunque no tengo la suerte de saber cuál es ese secreto del que Marsé presume esta es mi propuesta que yo bautizo como escalivada del Guinardó.





Ingredientes.

- 1 cebolla.
- 3 pimientos rojos.
- 3 berenjenas.
- 4 tomates muy maduros.
- sal.
- aceite de oliva.

Lavamos y secamos las verduras. Cortamos la cebolla en cuatro gajos, las berenjenas a lo largo en cuatro también y los tomates a la mitad. Los pimientos los dejamos enteros. En una fuente refractaria colocamos los pimientos y en otra las berenjenas. Los pimientos sueltan líquido por eso es mejor no colocarlos con las berenjenas. Salamos y echamos un chorro generoso de aceite de oliva. Metemos en el horno precalentado a 200º y bajamos a 180º, dejamos que se asen. Las berenjenas se hcieron antes que los pimientos, así que las saqué e introduje las cebollas y los tomates. Cuando vemos que están asados, apagamos el horno, sacamos y dejamos que enfríe todo antes de pelar. Los tomates es mejor no pelarlos porque se deshacen.
Yo las tuve entre 50 minutos y una hora.






A la hora de comer serví con unas anchoas, este pescado en salazón merece una entrada solo, solo para él porque creo que es una de las mayores exquisiteces del mundo. De momento puedo asegurar que el contraste con las verduras asadas está pero que muy rico.




2 comentarios:

  1. Yo descubrí la escalivada gracias a los blogs, me parece un plato sanísimo y rico, se puede hacer de mil maneras y a todos les gusta.
    Te ha quedado divino.
    Besos

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  2. Gracias!! La verdad es que es un plato de esos que apetece con buen tiempo y que te queda listo para tirar de él en cualquier momento. Besos

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